viernes, 24 de julio de 2009

La Caida de Tenochtitlan



Pues cambiando un poco el tema de la gayes del país jeje...
Aquí les dejo un fragmento de mi libro favorito.. la Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España por Bernal Diaz del Castillo. Vaya echate un nombresito.
Pues la verdad yo les recomendaría mucho leer el libro ya que sus casi 1000 paginas llenas de letras no tan pequeñas, pero no tan grandes tienen mucho que contar. El libro obviamente se trata de lo mismo que el titulo demuestra: La conquista de México.
La epopeya redactada por Bernal Diaz describe a la perfeccione el ambiente que rodeaba la exploración y conquista del nuevo continente, desde las primeras expediciones donde hubo contacto con los nativos hasta las épicas batallas en Tabasco y Tenochtitlan. Aquí muestra la verdadera cara de los llamados conquistadores, hombres convertidos en dioses por los nativos, pero a costa de su sangre y sus hazañas. Las anteriores crónicas escritas por los enviados del rey mostraban solo la valentía y coraje de los capitanes que lideraban las expediciones, de ahí la idea de Bernal de a sus mas de ochenta y cuatro años escribir la 'verdadera historia" de los que hicieron posible esa conquista tan gloriosa pero mas que nada dolorosa para ambas facciones. La manera que describe los acontecimientos son tan distantes a como los pintan en los libros de historia convencionales y los del gobierno a pesar que básicamente es la misma historia. Digamos que el sabor de la gloria cambia cuando cambias el papel en que se escribe.
Bueno y aquí les dejo el fragmento del libro que mas me gusto, mi parte favorita: La Caída de Tenochtitlan. Espero les guste.




Se prendió Guatemuz y sus capitanes en trece de agosto, a hora de vísperas, día de Nuestro Señor Hipolito, año de 1521. Gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a su bendita Madre. Amen.
Llovió y relampagueo y trono aquella tarde y hasta media noche mucho mas agua que otras veces.
Desde que se hubo preso a Guatemuz quedamos sordos todos los soldados como si de antes estuviera un hombre llamando encima de un campanario y tañesen muchas campanas, y en aquel instante que las tañían cesan de las tañer. Esto digo por que todos los noventa y tres días que sobre esta ciudad estuvimos, de noche y de día daban tantos gritos y voces, unos capitanes mexicanos apercibiendo los escuadrones y guerreros que habían de batallar en las calzadas, otros llamando a los de las canoas que habrían de guerrear con los bergantines y con nosotros en las puentes, y otros en hincar palizadas y abrir y ahondar las aberturas de agua y puentes y hacer albarradas, otros en aderezar vara y flecha, y las mujeres en hacer piedra rollizas para tirar con las hondas. Pues desde los adoratorios y torres de ídolos los malditos atambores y cornetas y atabales dolorosos nunca paraban de sonar. De esta manera de noche y de día teníamos el mayor ruido, que no nos oíamos los unos a los otros y después de preso Guatemuz cesaron las voces y todo el ruido. Por esta causa he dicho, como si de antes estuviéramos en campanario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario